dilluns, 3 de maig del 2010

RIDÍCULO

Hoy he hecho el ridículo de la clásica manera, caerse y pegarse una gran ostia. Iba yo tan feliz con mi patín (no soy un prodigio pero tampoco subnormal), y con uno de esos bordillos que supuestamente son lisos pero que no lo son, tropecé con el bache. Un chico me preguntaba si estaba bien. Pues claro que no, cabronazo! Lo curioso es que me dolía todo el cuerpo, pero no del ostión que me acababa de dar, sino del ridículo que acababa de hacer. Es una sensación extraña, como de que no hay perdón, ni vuelta atrás, de “¡jódete pequeño hijo de puta!”, y el chico me dejó atrás, remugando insultos hacia el bordillo y todo lo que conllevaba. Pero el ridículo es ley de vida. Todo el mundo lo ha pasado, pero es una sensación a la que uno nunca se podrá acostumbrar. La próxima vez no cogeré el patín para comprar un kebab.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada